México no es un caso excepcional en cuanto a la triste realidad de las lenguas de los grupos indígenas de la mayoría de los países lationoamericanos. La inmensa riqueza que implica contar con una lengua que refleja la cultura de un grupo étnico o pueblo indígena se valora en el papel, pero en la vida diaria, pasa a ser un obstáculo para ‘progresar’ y por tanto con justa razón, se termina por ignorar.
En particular, me gusta mucho lo que Antonio Saldívar, experto y lingüista, dice cuando se lamenta: “Con cada lengua y cada cultura que se pierde perdemos una posibilidad de pensar el mundo de manera diferente”.
¿Qué se puede hacer al respecto? ¡Ponerse manos a la obra!
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